
"LO QUE HOY ME HA SUCEDIDO…"
(27-05-10)
Os voy a contar lo que me acaba de pasar:
Cierro mi negocio y salgo a comer al restaurante de al lado. Tengo libre de 14 h. a las 17 h., así que después de una sobremesa con los ‘asiduos’ al menú de cada día, me voy sola y feliz a pasear por la calle de Alcalá, muy próxima a mi empresa.
Hoy me sentía bien, hubo quien se trajo de su bodega familiar, una botella de vino de ‘pitarra’ (vino artesanal que se guarda en ‘pitarras’ -tinajas de barro-, de ahí su nombre) para que lo probáramos todos, y luego tomé café con los amigos de siempre..., en fin, fue muy relajante. Después, y como suelo hacer casi siempre, me fui una hora a pasear.
El día es espléndido, brilla el sol sin calentar demasiado, y mi rostro mantenía una sonrisa de estar bien conmigo misma y de sentirme conocedora de que el tiempo era sólo mío, así que, sonriéndole al mundo, sonriéndole a la vida, sonriéndole a la brisa, caminé sin propósito, pero segura de mis pasos.
En esto que, ya de regreso, un hombre que venía frente a mí, de unos 40-45 años, me detiene y me pregunta: “-Por favor, ¿la calle Alcalá?”. Yo sin evitar una sonrisa, quizás, más marcada y mirándole a los ojos, le respondo: “-Está usted en la calle Alcalá… Mire, hacia la izquierda, está La Cibeles y hacia la derecha está la Plaza de toros de las Ventas”. Entonces el hombre me dice: “-Disculpe, es que no soy de aquí y me sentía perdido…”, yo le tranquilizo y me cuenta que él es de Sevilla, que es profesor de no sé qué, que ha venido a un seminario… y que se llama Miguel. “-Bueno, le digo, pues encantada”, y me toma la mano…, me la agarra con fuerza y me da dos besos en las mejillas al tiempo que se está presentando.
Yo, un poco sorprendída, no pierdo mi sonrisa porque la situación me parece del todo simpática (ya se sabe que lo que no pase en Madrid…) y consciente de lo que ocurre, me muestro paciente y amable al tiempo que intento zafarme de la presión de sus dos manos, ya, sobre la mía…, pero no me suelta.
En ésta situación, me pregunta si soy de Madrid, le respondo que no, "-¿de dónde eres?", me interroga, y le respondo diciéndole mi lugar de nacimiento. Se sorprende, no conoce a nadie de Valladolid -ya me tutea-, a lo que le digo riendo: “-Pues tú tampoco tienes acento sevillano”. Ríe…
No me suelta la mano. Pongo yo la mía sobre las suyas, al tiempo que intento que afloje su apretón, y es cuando me vuelve a agradecer, de forma muy educada, mi amabilidad y me regala otros dos besos, esta vez cerca de los vértices de mi boca. “-Pobre hombre..., pienso, ¡qué necesitado está de compañía!”.
De pronto, y cuando ya creía que me iba a soltar la mano, me pregunta cómo me llamo, se lo digo y me dice: “¡Qué bonito nombre!”..., le agradezco su amabilidad y acto seguido me suelta (por fin!).Cuando yo iba a girarme para continuar mi camino, me pone la mano en mi brazo con suavidad y me dice: “-¿Podría invitarte a un café, por favor?”, a lo que yo le respondo agradecida que no, y que tengo prisa porque tengo que ir a trabajar. Entonces me pregunta en qué trabajo, le respondo que en el sector del mueble, a lo que añade que no quiere hacerme perder más tiempo y que si voy por Sevilla pregunte por Miguel… jajaja… Y yo le digo que cuando vuelva por Madrid que pregunte por María Ángeles… y reímos los dos.
Se despide de mí acercándose y dándome un ‘piquito’ al cuál yo respondo.
Medio segundo de generosidad por mi parte, medio segundo de dicha para él.
El desconocido sevillano, de nombre Miguel, continuó su camino y yo seguí el mío con el gesto de sorpresa dibujado en mi rostro, y la sonrisa más amplia, si cabe, en mi rostro de tarde.
Medio segundo de generosidad por mi parte, medio segundo de dicha para él.
El desconocido sevillano, de nombre Miguel, continuó su camino y yo seguí el mío con el gesto de sorpresa dibujado en mi rostro, y la sonrisa más amplia, si cabe, en mi rostro de tarde.
Aún sigo sonriendo...
Tarde del 27… de éste mes.
Geles Calderón
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Tarde del 27… de éste mes.
Geles Calderón
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