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“EL QUIJOTE
GITANO”
Atraviesa el umbral en la caseta del Ferial
un caballero gitano con traje antiguo
de alpaca marengo brillante,
pero que él luce como si lo acabara de confeccionar
para él, el mejor sastre.
Hidalga figura de alta edad,
sonrisa perpetua y mirar chispeante.
La sala de Feria, hasta entonces medio llena,
la llenó él con su plante.
Tras pararse en la entrada un instante,
con caminar lento pero firme,
se dirige hacia el fondo de la nave
y allí, con discreción…
le estrecha la mano a alguien.
Él observa el escenario sin apreciar que para mi…
¡a su figura se desplazó el arte!
Sus pies en el suelo tintinean inquietos,
sus hombros comienza a moverse tras sus manos
que se buscan para palmear el fandango
que otros cantan para deleitarle.
Sin hablar, con la sonrisa prendida
y sin perder de vista el escenario, se dirige a él,
sube sus tres peldaños,
y se coloca, como queriendo que nadie lo notara,
en el extremo más discreto
¡palmeando como nadie palmeara!
¡No le hizo falta el micrófono!
¡No hizo falta saber su nombre,
ni más palmeros ni más nada!
El público enmudeció
y el respirar se hizo innecesario
cuando el caballero gitano
salió del segundo plano con mariposas en los pies
taconeando con una innata maestría
hasta el centro del escenario.
Allí estaba él, espigado, ¡grande!,
majestuoso ¡el Quijote de los Gitanos!,
derrochando arte y de su raza orgulloso.
De edad indefinida pero con muchos años.
Mis ojos no parpadearon y sus brazos…
¡como alas de gaviota se agitaron!
Caballero sin armadura
pero de sangre, piel y corazón gitano,
que con la sonrisa abierta en su finos labios,
miró al bailaor del grupo
y con una leve reverencia,
con la mirada le invitó a salir
al centro del entarimado,
para los dos, abrazados de costado,
¡el final de aquel fandango!
Final apoteósico el de aquel anciano
grande en edad, en estatura… ¡y en arte gitano!
Todos en pie aplaudimos al caballero espigado
y con sus ojos húmedos
agradeció el aplauso
y se retiró lentamente del escenario
pasando por mi lado,
lo que me permitió apreciar
la agitada respiración de un hombre cansado.
Y comprendí que, aún pareciendo un semi Dios,
sólo era un ser humano
como tú o como yo… pero fatigado.
Y tras la puerta por donde llegó…,
se marchó ¡el Quijote Gitano!
Geles Calderón
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