
“EL INVIDENTE…”
(sueño que tuve)
Yo iba caminando por una calle muy concurrida. Toda la gente caminaba con prisa.
Un hombre de mediana edad pedía ayuda para cruzar al otro lado, estaba en la acera de la derecha. Este hombre era ciego y yo sabía o intuía que toda la gente que por allí pasaba le conocía, pero nadie se detenía, incluso yo pasé de largo sin detenerme, pero cuando me alejaba de él unos metros, reaccioné y me detuve para comprobar si aún seguía allí pidiendo ayuda. Efectivamente, allí estaba, sonriente, esperando el brazo de alguien que, a cruzar, le ayudara. Entonces retrocedí y con urgencia corrí hacia él, deseando con todas mis fuerzas que no se me adelantara nadie, pues quería ser yo quien le ayudase.
Cuando llegué a él, le ofrecí mi brazo, él lo tomó y comenzamos a cruzar.
Cuando llegué a él, le ofrecí mi brazo, él lo tomó y comenzamos a cruzar.
Después de llegar la otro lado no me pareció prudente dejarle por allí sólo en medio de todo aquel barullo de gente, y le acompañé un poco más. Él me sonreía y pude darme cuenta de que era atractivo.
Ocurría algo extraño: a medida de que avanzaba junto a él, en nuestro camino se interponían más y más obstáculos, como sillas, tablas, cartones, cajas de madera, mesas, etc., y yo no veía el momento de dejarle caminar sólo.
Al fin llegamos frente a las puertas de un bar, el cual había que atravesar para salir por otra puerta del fondo de ese local, que daba a la Plaza Mayor, destino del invidente. Pero este establecimiento también estaba muy complicado de transitar, y fue entonces cuando me di cuenta de que a ese hombre solo le había servido de compañía, en realidad él fue quien me había llevado hasta allí.
En cierto modo me sentí decepcionada cuando comprobé que no había sido todo lo útil o necesaria que yo quería.
Entramos en aquel bar lleno de gente y taburetes, mesas por el medio, mucho desorden, etc., no sé qué me pasaba, pero me desagradaba mucho aquel lugar. De pronto me vi sentada en una de aquellas sillas, frente a una mesa y con él enfrente charlando amigablemente, pero… había una tercera persona con nosotros en aquel momento, no sé quien era, pero tampoco importaba demasiado.
Ocurría algo extraño: a medida de que avanzaba junto a él, en nuestro camino se interponían más y más obstáculos, como sillas, tablas, cartones, cajas de madera, mesas, etc., y yo no veía el momento de dejarle caminar sólo.
Al fin llegamos frente a las puertas de un bar, el cual había que atravesar para salir por otra puerta del fondo de ese local, que daba a la Plaza Mayor, destino del invidente. Pero este establecimiento también estaba muy complicado de transitar, y fue entonces cuando me di cuenta de que a ese hombre solo le había servido de compañía, en realidad él fue quien me había llevado hasta allí.
En cierto modo me sentí decepcionada cuando comprobé que no había sido todo lo útil o necesaria que yo quería.
Entramos en aquel bar lleno de gente y taburetes, mesas por el medio, mucho desorden, etc., no sé qué me pasaba, pero me desagradaba mucho aquel lugar. De pronto me vi sentada en una de aquellas sillas, frente a una mesa y con él enfrente charlando amigablemente, pero… había una tercera persona con nosotros en aquel momento, no sé quien era, pero tampoco importaba demasiado.
Estábamos tomando algo y apoyada con los codos sobre la mesa, escuchaba con mucha atención lo que el ciego me contaba, entonces me di cuenta de algo que me sorprendió muchísimo, y era que cuando me hablaba… me miraba fijamente a los ojos, y esto me alegró, entristeció y sorprendió, todo al mismo tiempo.
¿Era invidente, o no? ¿Le había ayudado o me había utilizado?
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Me angustié....
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(desperté)
©Todos los Derechos Reservados_ Obra Protegida
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.Geles Calderón(Nº 535) (31-05-1984)
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